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En 1614 los puertos del Levante, como Denia o Alicante, se llenaron de familias que iban a embarcar hacia el Norte de África. Se trataba de los moriscos contra quienes Felipe III había publicado un decreto de expulsión.

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Los moriscos eran cristianos cuyos ancestros había sido musulmanes. La mayoría de ellos se convirtió al cristianismo en 1502, tras la conquista de Granada por los Reyes Católicos. A pesar de ser bautizados y evangelizados, en general conservaron usos, costumbres y ritos asociados al Islam. El más llamativo fue su vestimenta, que incluía el velo o la túnica. Hasta 1567 la Corona española mantuvo una actitud tolerante, en parte porque las comunidades moriscas pagaban un impuesto especial para poder mantener estas peculiaridades. Sin embargo, aquel año Felipe II decretó que los moriscos debían mostrar una completa adaptación a las formas de vida y manifestaciones de fe católicas. No sólo debían ser cristianos, sino parecerlo. La reacción de la comunidad morisca fue de completa oposición, dando lugar al conocido levantamiento de las Alpujarras. Su represión derivó en una cruenta guerra, con episodios de matanzas, violaciones y esclavitud. Ginés Pérez de Hita, un historiador de Mula que vivió entre los siglos XVI y XVII, definió lo sucedido como una “guerra civil”. Estos moriscos rebeldes sufrieron una primera expulsión: tuvieron que abandonar sus casas, trasladarse a otras regiones de la Corona de Castilla, donde debían olvidar su cultura mestiza.

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A pesar de los esfuerzos los moriscos quedaron bajo sospecha. Se asentó la idea de que podían volver a levantarse contra el poder establecido y forjar alianza con poderes musulmanes interesados en atacar a la Monarquía Hispánica. No había ningún indicio de que esto fuera a ocurrir, pero Felipe III decidió acabar con los riesgos de una manera tajante. Lo hizo en un momento en el que su reinado estaba atravesando una importante crisis, por lo que muchos historiadores han concluido que se trató de una medida de propaganda política para que la población desviara su atención de otras preocupaciones.

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Los moriscos tuvieron que abandonar sus hogares y malvender sus bienes. Las caravanas de familias expulsadas llamaron la atención en las poblaciones por donde pasaban, observando con lástima a niños, niñas, mujeres y hombres de todas las edades, la mayoría de ellos de condición muy humildes (la actividad principal de la población morisca era la agricultura) y atemorizados por la incertidumbre de lo que pudiera pasarles en tierras desconocidas. Sabemos que muchos de ellos fueron asaltados, esclavizados e incluso asesinados al arribar al Norte de África. Cabe recordar que aunque el rey de España viera en ellos enemigos por su remoto pasado musulmán, los moriscos eran cristianos, por lo que no fueron bien recibidos en sociedades regidas por el Islam.

Fuentes:

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Imagen

Christoph Weiditz, Trachtenbuch, 1529. Germanisches Nationalmuseum Nürnberg.

Disponible en GNM Digital Library

 

Inscripción de la imagen: “Entonces el morisco viaja con su mujer e hijo por el campo a su jardín de recreo en la ciudad de Granada, donde tienen muchos jardines bonitos con todo tipo de frutas y flores”.

 

Para saber más:

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Lecturas

- Cardaillac, L. (1979). Moriscos y cristianos: un enfrentamiento polémico, 1492-1640. México: FCE.

- García Arenal, M. y Wiegers, G. (eds.) (2013). Los moriscos: expulsión y diáspora. Una perspectiva internacional. Valencia: Universidad de Valencia.

- Vincent, B. (2020). Comprender la expulsión de los moriscos en España (1609-1614). Oviedo: Universidad de Oviedo.

- V.V.A.A. (2014). Dossier La expulsión de los moriscos (1614-2014), Murgetana, Número 131.

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Documentales:

 La expulsión de los moriscos, una producción de RTVE dirigida por Miguel E. López.

 

Web

Literatura de mudéjares y moriscos. Cervantes Virtual.

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